"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

miércoles, 16 de septiembre de 2009

RELACIONES ESPACIO TEMPORALES EN LA AUTOPISTA DEL SUR

En una tarde dominical de agosto, una enorme masa humana retorna, o mejor
intenta retornar a sus hogares en la gran urbe después de haber intentado olvidarla
por unos días. Conductores y pasajeros entablan conversaciones desde los
coches a través de las ventanas, entreabiertas debido al intenso calor estival. A
medida que discurre el tiempo, se estrechan los lazos de amistad. Períodos de
movilidad e inmovilidad se suceden alternativamente; aun así el bloque metálico
avanza, y las posiciones de las máquinas permanecen casi invariables. De vez en
cuando, un „extraño“ se aproxima desde un lugar desconocido para informar al
grupo del estado del embotellamiento. En el crepúsculo el tiempo transcurre entre
necesidades y pasatiempos nocturnos: comparten los víveres, duermen,
y desaparecen discretamente en la complicidad de la noche.

Los pasajeros, unidos por un encuentro tan fortuito como el estancamiento del
tráfico, se convierten en habitantes de una sección de la autopista. Cada grupo
designa enviados que recorren otras áreas de la autopista e inspeccionan los alrededores en busca de una nueva información. Así se sabe de la existencia de
otros grupos que han sido formados a lo largo y ancho de la autopista, y se empieza
a sospechar de los individuos que comercian de aquí para allá con agua y alimentos.

En la nueva célula formada por cada grupo, comienzan a surgir tensiones
y problemas. El alimento escasea y se produce la primera fricción por el robo de alimentos. Los jóvenes ayudan a los más viejos, los niños juegan y pelean, y los líderes comienzan a emerger de los grupúsculos. Se suceden los días; a veces llueve, y por momentos los automóviles logran recorrer unos metros para finalmente volver al estado de inmovilidad primero.

Si bien la radio anuncia la situación de emergencia, sólo un helicóptero vuela
bajo y ninguna otra ayuda parece vislumbrarse. El grupo protagonista trata de
adaptarse a la tan nueva como extraña situación. El Peugeot se acomoda para
servir de ambulancia a los enfermos. Un conductor se envenena acabando con su
mísera existencia, y es hallado inerte apoyado contra el volante de su vehículo.

Los diversos intentos por establecer contacto con otros grupos resultan vanos
cuando no son repelidos con cruda hostilidad. Para entonces, existe incluso un
mercado negro organizado que se crece en la adversidad ajena. Las estaciones
transcurren rápidamente en la historia. El tórrido sol estival muere, mientras
aprieta el frío invernal. Ahora la gente se envuelve en sus mantas y acciona las
calefacciones, lo que les hace temer una eventual descarga de baterías en sus
coches–casa. Un buen día llega la nieve. Pero después de todo, incluso en la adversidad queda lugar para los pequeños placeres de la vida como las charlas, los
juegos y las reuniones alrededor de la hoguera.

La vida continúa normalmente tan pronto como termina la gélida estación. La
joven del Dauphine le comunica al ingeniero del Peugeot 404 que está esperando
un hijo suyo. La anciana del Citroen ID muere un día como otro.

De repente, las columnas metálicas comienzan a avanzar. El ingeniero y la
mujer del Dauphine, cada uno desde su coche, se lanzan miradas que expresan la
esperanza de llegar por fin a París: de poder bañarse y comer, beber y dormir en
sábanas limpias. Las filas de coches ya no avanzan en bloque, y los amigos son
reemplazados por extraños. El grupo se dispersa mientras el ingeniero, pensando
y esperando ver algún rostro familiar, recuerda las rutinas de su existencia durante
la congestión automovilística. El ingeniero no desea romper con la vida
que le fue impuesta por la casualidad, y recuerda con nostalgia las noches cálidas
de invierno con la mujer del Dauphine, las estrellas y las nubes, la vida
pasada.

En „La autopista del sur“, una situación fortuita, una excepción se transforma
en costumbre por medio de la exageración. Los pasajeros se acostumbran, con
alguna excepción (el hombre que se suicida y el que huye dejando su coche
abandonado), a una nueva forma de vida, igual que cada persona se adapta, tarde
o temprano, a las situaciones, por extrañas e inverosímiles que parezcan en la
vida real. El embotellamiento dura días, meses y casi años, para simbolizar el
paso del tiempo en la vida real. Al fin y al cabo, el hombre se acaba limitando
a la rutina diaria.

Todo en „La autopista del sur“ nos recuerda la vida. Cortázar emplea elementos
variados para subrayar este paralelismo. Detalles como el anonimato de los
personajes detrás de las marcas de los coches, sugiriendo que cada uno puede ser
lector a autor (o ambos), nos transportan al plano de la realidad por medio de un
simbolismo mágico. El mismo uso de automóviles –posesiones materiales– indica
que los personajes, como en las sociedades actuales, son valorados no por lo que son sino por lo que poseen. Pero aún al final de la historia el anonimato persiste,
para señalar ideas como la incomunicación y la soledad del hombre moderno.
Por su estrecha relación con la vida, son el tiempo y el espacio extremadamente
importantes en este cuento.

La ruptura del tiempo que Cortázar mantiene en su teoría del cuento está implícita
en „La autopista del sur“ por medio del motivo de la inmovilidad espacio–
temporal provocada por el embotellamiento. Ésta resume perfectamente el
concepto del tiempo fragmentario, según el cual la vida se recuerda no como un
todo continuo, sino, más bien, como un conjunto de memorias asociadas a personas,
hechos y situaciones. Cortázar se sirve además de esta inmovilidad espacio–
temporal para expresar irónicamente distintas facetas de la existencia humana
en sociedad: solidaridad, incomunicación, desamparo, esperanza, etc. El
avance lento y esporádico de los coches simboliza el carácter monótono y aburrido
de la vida moderna, especialmente en las grandes ciudades. Esta monotonía
del tiempo aparentemente estancado provoca ansiedad, pero también una creciente
sensación de comodidad a la que se adaptan muy pronto la mayoría de los
personajes.

Al final de la historia, la entrada súbita en el vértigo del tiempo „real“, distancia
y aísla a los pasajeros, a la vez que simboliza el „stress“ de la vida moderna.
El ingeniero recuerda con tristeza las experiencias y los amigos pasados, porque
sabe que nunca más se repetirán amigos o situaciones. Es la agonía que todos
sufrimos cuando sentimos el paso del tiempo: lo que quisimos, lo que no conseguimos,
lo que perdimos, lo que vivimos.

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