"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

domingo, 1 de diciembre de 2013

CIRCE. POR CARLOS RAFAEL LANDI

” Circe, en cada mujer parecida a vos se agolpa  en mí un silencio ensordecedor, una pausa esperanzadora  y sublime que termina por derrumbarse tristemente, como un castillo de arena ante el avance de la marea”.



¿Encontraría a Circe otra vez? Tantas veces me había bastado llegar, viniendo por la Concorde, al puente Alexander III, y apenas la bruma que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el embarcadero , a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en las estatuas de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a ella que sonreía con gracia sutil, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras  vidas, y  que la gente que se da citas precisas, es muy insegura, y es la misma que necesita planear toda su vida de antemano para no sufrir sobresaltos desagradables.

Pero ella no estaría ahora en el puente. Su dulce cara de blanca piel y rizos dorados, tal vez se asomaría a viejos portales en el barrio latino, quizá estuviera charlando con un vendedor de papas fritas o comiendo un  sandwich caliente en el boulevard de Saint Germain. De todas maneras subí hasta el puente, y Circe no estaba. Ahora no estaba en mi camino, y aunque preferíamos encontrarnos en el puente o en el Brioche Doreé de Champs Elisées, ahora andábamos sin buscarnos pero sabiendo que estábamos por encontrarnos.” 

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