"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

domingo, 1 de diciembre de 2013

CIRCE II. POR CARLOS RAFAEL LANDII

Nuestro amor se derrumbó como un castillo de arena en la playa, Circe, a pesar de aquel candado  viejo que sacrificamos en el Pont Des Arts, un atardecer helado de Noviembre. Lo dejamos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para cerrarlo en las ruedas de tu bicicleta  antes de entrar en el metro. Circe, vos siempre torpe y distraída y pensando en gatos negros o en un dibujito que hacían las manchas de humedad en el cielorraso de tu habitación, cuantas veces me llamabas por celular para que fuera a abrirlo porque no encontrabas la llave.  Aquella tarde de nuestro juramento de amor cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando llegamos al puente, y en tu mano aparecieron pedazos de tela azul arrugada cayendo entre destellos de varillas dobladas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un candado encontrado en una plaza debía morir dignamente en la pasarela de un puente , no podía entrar en el ciclo triste del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo cerré lo mejor posible, lo llevamos hasta la mitad del puente, y desde allá  tiré la llave con todas mis fuerzas al fondo del lecho del Sena, mientras vos me jurabas amor eterno con un grito donde vagamente creí reconocer a una enamorada. Y en el fondo del río se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y fría y así dejamos el puente, abrazados y semejantes a árboles mojados o a los actores de cine de la película “Los puentes de Madison”.  Así  quedó sellado para siempre nuestro amor, Circe.


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