"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

miércoles, 11 de diciembre de 2013

CIRCE III. POR. CARLOS RAFAEL LANDI

¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese jueves de noviembre tenía pensado cruzar a la villa derecha y tomar una infusión en el cafecito de la rue Ordener donde madame Sylvie me mira la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Sylvie te mirara las líneas de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amor fue quizá que yo estaba de pie delante de vos mirándote subyugado, con una  rosa roja en la mano, y vos sostenías una carta de amor y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas, y vouchers de viaje. De manera que nunca te llevé Circe, a que madame Sylvie te mirara las manos; y sí, porque me dijiste que a vos no te gustaba, y aun ahora, mirando desde el puente, viendo pasar un bateaux , hermosísimo como una gran nave fulgurante, con una mujer hermosa en la proa filmando el bello espectáculo del  viaje, lamento que no hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces así yo habría sabido que mi vida tenía un sentido, y ahora en cambio estoy solo esperándote.

Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo como un clochard, haciendo lo que otros no hacen y viendo lo que otros no ven. Sé que salías de un café de la rue Marcadet mal de ánimo y cansada y que te seguí de mala gana, encontrándote creída y malcriada, hasta que te cansaste de estar cansada y nos metimos en un café cerca del Champs de Mars y de golpe, entre dos hot dogs franceses, me contaste un gran pedazo de tu vida.

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