"En recuerdo de mi madre, Elsa"
"La llorona” era una
mujer que deambulaba por las noches en las calles del barrio Saladillo de
Rosario allá por 1930. Lanzaba siempre un llanto desgarrador. Su vestido de
color blanco brillaba en la oscuridad, aunque no era posible distinguir sus
rasgos faciales. Los relatos de mi madre la describen también como una mujer
sin pies, que parecía desplazarse por el piso sin rozarlo. Los vecinos afirmaban
que su eterno penar se debía a que buscaba a un hijo recién nacido que asesinó
arrojándolo al arroyo que cruzaba la ciudad para ocultar un pecado de juventud.
Y como parte de su penitencia, castigaba a los muchachos que andaban en amores
prohibidos: se subía a sus caballos y podía llegar a matarlos en un helado
abrazo mortal.
Se la llamaba “la
llorona” porque sus gemidos eran tan insistentes que hasta hacía enloquecer a
los perros, mientras deambulaba por las noches (sobre todo cuando eran de
plenilunio).
Muchos la consideraban
señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: podía acercarse para
enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres
queridos. Decían que en algunas ocasiones buscaba consuelo y ayuda, despertando
piedad en la gente, y cuando se acercaban a consolarla les robaba todas sus
pertenencias.
En la casa de mi madre cuando aparecía la misteriosa mujer, le entregaban por entre
las rejas de la ventana que daba a la calle, una bolsita con azúcar y un poco
de yerba para el mate.
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