"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

lunes, 31 de enero de 2011

NO ME ESPERES EN SEPTIEMBRE. POR CARLOS RAFAEL LANDI


Sebastián Stern había escuchado esa canción que ahora por razones encarnadas en el tiempo, había reemplazado por completo la forma en que lo hacía sufrir Deux mains de Sylvie Vartan. La escuchó muy de paso por You Tube, de la misma manera en que el tema Michelle lo escuchó la primera vez únicamente como música de fondo de una historia de amor en el cine. Después ese tema fue una obsesión y luego fue lo que fue: el miedo al dolor y el miedo al miedo, el sentimiento del amor cuando éste se muere en Europa y uno es adolescente herido en la platea de un cine de barrio y es Alain Delon bajo el ala de un sombrero, tumbado de dolor esperando la muerte.

Y ésta sería para Sebastián la única forma de explicar cómo pasó de escuchar, así de paso en una radio y al correr la aguja por el dial, a alguien que estaba estaba tratando de olvidar. Pero sonó duro, sonó real, pero era breve la música y ya se había ido hasta su eco de dolor muy profundo. Tratando de olvidarla ese vago recuerdo mucho no duró.

No, no duró mucho y hay que saber por qué. Hay que saber lo que Sebastián hacía por olvidarla mirando a Vivi yéndose para siempre y era seguro que se iba para siempre.

Sebastián, digo esto sobre todo para vos que naciste tímido, torpe, negado para olvidar(la), ella en un Torino rojo y tan pero tan visible e hirientemente iluminado, para que descubrieras la realidad de un don nadie exitoso que se la llevó for ever, sin poder decir ni siquiera cual fue la maldad y atenuar así la pena y dejarla, con muchísima suerte, sólo en tristeza.

Y los grandes amores, siempre que se van para siempre, dicen cosas hirientemente prácticas, cosas de gran sentido común, dicen algo que nada tiene que ver con el que se queda disfrutando en un Torino rojo, por ejemplo.

Entonces dicen, con una lucidez que no conviene al momento, que la dejes tranquila sino le va a decir al gigantón del Torino que te de una paliza en el trasero, a ese de sus sueños compartidos contigo. No con ella, la brutalmente realista, para que te des cuenta otro poco más de la pena que ni siquiera sentirá.

Y digamos que vos entonces inventás mil peleas a trompadas, tratando olvidarla como en aquella canción.

Entonces, aunque tus amigos te miran a fondo y te estudian con tanto y tanto cariño, vos no dejás que te vean el fondo. Porque ahí se ve, cómo Vivi se va, se va, se nos va.

Tus razones y tus sueños se impondrán sobre sus frías opiniones. Quiero decir, que tu manera de ganar ahí donde ella vaticinó palizas de muerte en la lucha por el amor, vencerá por la vía del sueño. Vos ganás y yo gano contando de vos. Lo hago para olvidarla, porque tu alegría y la felicidad de saberte en tus triunfos me invade, hasta llenar esa zona en que mis amigos y la vida que me rodea estrellan su vista en nuestra alegría entristecida en tu dolor, cubriéndolo, mimándolo, recubriéndolo de una espesa capa de sonrisas, de palabrería y de narraciones y cuentos y más cuentos (ni siquiera parece que estoy triste). Y así el dolor no se puede escapar, y sale alegría del fondo de mi dolor por vos, de toda esa soledad mía en la que nunca más amanecerás. Entonces mi dolor no se ve ahí donde normalmente están esos dolores y la gente los busca.

Pero no hubo belleza final ni gloria de amigos que se volverían a ver y de pronto, ya no supiste cómo hacer para olvidarla. Fue una tarde y una voz y una melodía que se fueron contigo para siempre. Una canción melódica francesa que fue música de fondo te corregía aquello de tratando de olvidarla, porque resultó que la versión correcta era Plus je pense á toi.

Siento ganas de irme y de volver a París y de oír cantar a esa cantante que me cambió hasta el recuerdo, tornándolo más feliz. Su triunfo está en ser la voz que te ayudaba a olvidar el haber perdido a Vivi. Pero un día, Vivi, ya no te ayudó ni con esa esperanza. Yo había querido reír por delante de nuestros recuerdos, de nuestros años y muchos días juntos, para que no los viera la gente. Yo había querido reír para que los amigos no vieran que todo eso se había cruelmente derrumbado (en fin, una forma más de decirlo, tu amor, probando palabras lindas sobre recuerdos infelices, sobre que bastó un Torino rojo para que nunca más pudieras ser uno más entre mis amigos, como mis amigos).

¿Fuiste orgulloso en tratar de olvidarla a Vivi, como si fuera algo impersonal, algo en tercera persona y no la primera persona que fue siempre para vos? Un amigo falló como vos pronosticaste y aunque lo suyo fuera sólo fallar a la cita con sus triunfos y nuestro reencuentro, y aunque hoy sólo haya sido y ya para siempre nada más que un lejano amigo de porquería, no importa.

La que canta precioso es Sylvie, escuchá una sola vez en la vida, otra vez Deux mains.

Y digamos que dice amor entre aquellos nuestros aromas y la nariz respingada y las pecas y su pelo largo rubio y su sonrisa y cada cruel precisión de día, hora, lugar, compañía, minuto, temperatura, su minifalda, el vestido negro al crochet, sus pantalones rojos ajustados de aquel ataque de celos que tuviste, de quién iba a ser un recuerdo.

Vivi él era posesivo y celoso y trascendental, pero ahora es el que seguiría soñando para siempre y vos la encantada de la vida sin que yo pueda precisar más que el tamaño irreparable de mi espera y de mi palabra hiriente hacia los dos (¡Me río de esa palabra! ¡Qué me importa la palabra porquería!) Si era perfecta devoción por demás triste para olvidar ese momento horrible...Escuchá, escuchen la canción:

Deux mains
Ça ressemble à n'importe quoi
C'est ça, c'est rien, c'est fait de doigts
Deux mains
Qu'elles soient chargées d'or de diamants
Ou bien brûlées par la mer et le vent

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