"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

martes, 18 de marzo de 2014

Borges y El Gaucho. por Pedro Patzer*


Borges que escribió la historia universal de la infamia, que indagó en la mitología griega y en los haikus japoneses, que alcanzó las mágicas montañas de Thomas Mann y las mil y una noches de los árabes. Ese mismo Borges que hoy se codea en el parnaso de la Literatura universal con Shakespeare y Cervantes fue uno de los escritores que más se ocupó del gaucho: “El gaucho todo lo había perdido, salvo el prestigio antiguo que exaltaron la aspereza y la soledad...” Ese Borges universal que tuvo que leer clandestinamente el Martín Fierro porque su familia no veía con buenos ojos al poema de José Hernández. Es decir, para Borges el Martín Fierro fue un libro prohibido, y sabemos que no hay nada más atractivo para un joven que lo prohibido: “...convenía que el héroe fuera de algún modo todos los gauchos o cualquier gaucho. Martín Fierro, al principio, carece de rasgos referenciales ...pero gradualmente se produjo una cosa mágica o por lo menos misteriosa: Fierro se impuso a Hernández. En lugar de la víctima quejumbrosa que la fábula requería, surgió el duro varón que sabemos, prófugo, desertor, cantor, cuchillero y, para algunos, paladín” De hecho, Borges, de manera provocadora, afirma: “Hernández hizo acaso lo único que un hombre puede hacer con una tradición: la modificó” Ese mismo Borges universal fue uno de los más lúcidos observadores del gaucho: “...sus preferencias fueron la guitarra que templaba con lentitud, el estilo menos cantado que hablado, la taba, las cuadreras, la redonda rueda del mate junto al fuego del leña y el truco hecho de tiempo, no de codicia” Aunque muchos consideran, equivocadamente, que Jorge Luis Borges odiaba lo argentino, podemos señalar que muy pocos escritores han descrito el gaucho como él: “Hijo de algún confín de la llanura/ Abierta, elemental, casi secreta,/Tiraba el firme lazo que sujeta/ Al firme toro de cerviz oscura./ Se batió con el indio y con el godo,/ Murió en reyertas de baraja y taba;/ Dio su vida a la patria, que ignoraba,/Y así perdiendo, fue perdiendo todo” Borges admiraba la valentía del gaucho: “Su pobreza tuvo un lujo: el coraje” De hecho la destacaba: “las profesiones del marinero y del soldado tienen la dignidad del peligro, la tuvo nuestro gaucho , que conoció en la pampa y en las cuchillas la lucha con la intemperie, con una geografía desconocida y con la hacienda brava” ¿Cómo será eso de luchar contra la intemperie? Tal vez tenga algo que ver con todo eso que el gaucho alcanzó, luego de tantos años de dialogar con la solitaria llanura: “Aprendió el arte del desierto y de sus rigores; sus enemigos fueron el malón que acechaba tras el horizonte azaroso, la sed, las fieras, la sequía, los campos incendiados...” Este ciego que tanto nos enseñó a ver, hace una especie de biografía del coraje del gaucho:“La dura vida impuso a los gauchos la obligación de ser valientes. Ejerció el valor desinteresado; en Chivilcoy me hablaron de un gaucho que atravesó media provincia para desafiar con buenos modales a otro, de quien sólo sabía que era valiente
Como Cervantes describió a los caballeros andantes, Borges hizo una pintura de la vida del gaucho: “Creó o heredó una esgrima del arma corta; el brazo izquierdo envuelto en el poncho a manera de escudo, listo el cuchillo para la estocada hacia arriba, peleaba en duelo singular con el hombre o, si era peón tigrero en alguna estancia del norte, con el jaguar” Como si el gaucho fuera un Hamlet de los desiertos, un príncipe dialogando con los fantasmas de las llanuras, Jorge Luis Borges lo coloca como protagonista del teatro de la intemperie: “Dios le quedaba lejos” ¿Qué es esto de que al gaucho Dios le quedaba lejos? Qué soledad tan crónica hallaba Borges en el gaucho, una soledad sin Dios, una soledad sin fantasmas, una soledad de dura fe: “Profesaron/la antigua fe del hierro y del coraje,/que no consiente súplicas ni gaje./Por esa fe murieron y mataron
Para Borges, toda la literatura sobre el gaucho consiguió que el propio gaucho se hiciera a imagen y semejanza de ella: “Un epigrama de Oscar Wilde nos advierte que la naturaleza imita al arte; los Podestá pueden haber influido en la formación del guapo orillero que a fuerza de criollo acabó por identificarse con los protagonistas de sus ficciones...En los archivos policiales de fines de siglo pasado se acusa a los perturbadores del orden “de haber querido hacerse el Juan Moreira”. Tal vez no huelgue recordar que de todos los gauchos forajidos, Juan Moreira fue el más famoso y que ahora lo reemplaza Martín Fierro
Sabemos que una de las obsesiones de Borges eran los cuchilleros, en el gaucho hallaba al padre de éstos: “El venerado Martín Fierro de Hernández y las biografías de cuchilleros de Eduardo Gutiérrez nos han inducido a ver en sus héroes el arquetipo de nuestro hombre de campo; en realidad el gaucho rebelde, definido ya por Sarmiento, no fue otra cosa que una de las especies del género. Matreros como Hormiga Negra, del pago de San Nicolás, o el Tigre de Quequén o, en la República Oriental , el Clinudo Menchaca que a la cabeza de una partida asaltaba estancias, fueron afortunadamente esporádicos; sino lo hubieran sido no los recordaría hoy la leyenda
Borges ve en el gaucho algo del mundo que perdimos: “Hoy es polvo de tiempo y de planeta;/Nombres no quedan, pero el nombre dura./Fue tantos otros y hoy es una quieta/ Pieza que mueve la literatura” Como si de alguna manera el gaucho fuera la infancia extraviada de la Argentina: “En don Segundo Sombra de Güiraldes, ya todo es elegíaco. De algún modo sentimos que cada uno de los hechos narrados ocurre por última vez. La época pastoril de nuestra historia ha quedado muy lejos... Hudson ,nacido y criado en la pampa, buscó el destierro para sentir mejor lo que había perdido
Jorge Luis Borges comprendió la riqueza literaria que posee la figura del gaucho: “Fue el hombre gris que, oscuro en la pausa/ penumbra del galpón, sueña y matea,/ mientras en el Oriente ya clarea/ la luz de la desierta madrugada” Y esta riqueza literaria que Borges hallaba en el guacho, trascendía fronteras, era universal: “El gaucho fue sin sospecharlo famoso, en 1856 Whitman escribió: Veo el gaucho que atraviesa los llano/ Veo el incomparable jinete de caballos tirando el lazo/ Veo sobre la pampa la persecución de la hacienda brava” Sin embargo a Borges no sólo le atraía la figura literaria del gaucho, sino también su dimensión humana: “Inútil definirlo étcnicamente; hijo casual de olvidados conquistadores y pobladores, fue mestizo de indio, a veces de negro, o fue de blanco. Ser gaucho fue su destino” Ser gaucho fue su destino, es decir para Borges ser gaucho es una especie de resignación ante la trama secreta del horizonte, que siempre nos espera más allá de la llanura de la vida: “Nunca dijo: soy gaucho. Fue su suerte/ No imaginar la suerte de los otros

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