"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

viernes, 3 de enero de 2014

Dos poemas. Por Carlos Rafael Landi.

Salones que cruzamos con timidez,
un centenar de rostros que desconocemos...
Con lentitud, una tras otra,
las luces palidecen.

Allí cuando su brillo se hace gris
cuando se ciega con el atardecer,
un rostro me parece familiar,
la memoria del amor encuentra
conocidos los rostros
que antes fueron extraños.

Oigo nombres de padres,
de profesores, de alumnos,
así como de héroes, de mujeres, poetas
que yo reverencié cuando era adolescente.
Pero ninguno de ellos
me concede siquiera una mirada.

Como las llamas de una vela
se desvanecen en la nada
dejan en el entristecido corazón
sonidos de poemas olvidados,
oscuridad, lamentos
en torno de los días ya encauzados
en leyenda y en sueño
de una luz disfrutada alguna vez.







Por las verdes  hojas ya se asoma 
con temor infantil, y apenas  a mirar se atreve;
siente las ondas de luz que la iluminan,
y el azul indescifrable del cielo y del verano.
Luz, viento y mariposas la seducen; abre,
con la primera sonrisa, su ansioso corazón
hacia la vida, y aprende a entregarse,
como todo ser joven, a los sueños.


 

Ahora ríe toda, arden sus colores 
aprende a sentir el calor del mediodía
y, agotada, se inclina al lecho de hojas por la tarde.

Labios de mujer madura con sus bordes,
donde las líneas tiemblan por la edad ya presentida.
cálida florece al fin su risa, en cuyo fondo
amarga caducidad y hastío anidan. 

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