"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

sábado, 10 de septiembre de 2011

El rinoceronte.

Jean y Berenger tienen una cita y se instalan en un café. Ofrecen un contraste completo. El primero, Jean, es autoritario e incluso agresivo. El segundo, Berenger, parece cansado y apático. Jean le lanza una serie de reproches: su retraso, cuando han llegado a la misma hora, el abuso que ha hecho de la bebida, su aspecto descuidado y además su falta de voluntad, a lo que Berenguer responde débilmente.

Es entonces cuando se oye un ruido insólito. Un galope precipitado, unos bramidos: un rinoceronte acaba de cruzar la calle. No lo vemos pero varias personas se juntan para seguir su carrera: el ama de casa, a quien del susto se le ha caído la bolsa de la compra pero no ha descuidado su gato, el tendero y la tendera, el dueño del café, la camarera y dos hombres, el viejo señor y el lógico. Sus reacciones son diversas pero da la impresión que están más impactados que asustados.

Berenger dando poca importancia a la aparición del animal se limita a decir : « ça fait de la poussière », « un rhinocéros en liberté, ça n'est pas bien ». Además, acaba de ver a la joven Daisy de quien está enamorado, pero es demasiado tímido para declararse, y no se siente capaz de rivalizar por ella con su compañero de la oficina, Dudard. El retrato de Berenger se completa : no se encuentra satisfecho con su existencia.Jean se burla de él, le moraliza y pretende darle una lección de voluntad y unas recetas para cultivarse ; mientras tanto en la mesa de al lado, el lógico le explica al señor viejo lo que es el silogismo.

El rinoceronte parecía ya olvidado cuando de nuevo se oyen los ruidos característicos del animal : galope precipitado, jadeo ronco, bramidos. Los personajes se ponen, al principio, a hablar cada vez más alto para dominar el tumulto, después, ven al rinoceronte abalanzándose delante de ellos.

A la camarera se le cae su bandeja, y el ama de casa aparece con lágrimas llevando en sus brazos un gato muerto y ensangrentado. La inverosimilitud, el escándalo mismo del fenómeno no son percibidos. La discusión que sigue es la siguiente : ¿es el mismo rinoceronte ?, ¿tenía un cuerno o dos ?, ¿es un rinoceronte de Asia o de Africa ?.

Berenger sostiene contra Jean que el rinoceronte tiene dos cuernos y es de África. El tono sube, Jean no se reprime y exclama : « Les deux cornes, c'est vous qui les avez » y añade, lo que muestra el mecanismo de la ira : « Espèce d'Asiatique ».

Finalmente se marcha furioso, la discusión no ha terminado todavía ; el lógico, saliendo de su discreción, añade a la confusión general : « Il se peut que depuis tout à l'heure le rhinocéros ait perdu une de ses cornes », mientras, Berenger, medita en solitario y siente haber reñido con Jean.


Luego se reúnen Daisy, la mecanógrafa, Botard, maestro jubilado, Dudard, quien realiza la función de subjefe y el jefe de servicio, Sr. Papillon.

Expedientes polvorientos, percha donde están colgadas unas blusas grises o viejas americanas : es el mundo de Courteline, son las 9 :30.

Se comenta la noticia que el periódico anuncia referente a unos gatos aplastados. Botard no puede creérselo, pues no es muy partidario de creerse todos los chismes que circulan por ahí, sin embargo, Daisy, si que ha visto al monstruo que ha hecho todo esto y si que lo cree. Mientras tanto, el jefe de servicios está retirando la hoja del registro de firmas cuando entra Berenger ; Daisy le hace firmar rápidamente en la hoja, mientras que Botard está intentado combatir la ignorancia y el oscurantismo.

Se hace determinar a Berenger que él también ha visto al rinoceronte. Él lo confirma, pero Botard deja entender que lo ha hecho para alagar a Daisy. La discusión continua ahora sobre el número de cuernos y el número de rinocerontes, cuando el jefe de servicio ordena a todos ponerse a trabajar, todos vuelven a su trabajo y el jefe sale de allí.

Esto no impide a Botard, un minuto más tarde, refunfuñar entre dientes que se trata de una burla. El Sr. Papillon entra entonces y se percata de la ausencia de uno de sus funcionarios, el Sr. Boeuf, en ese momento llega la señora Boeuf jadeante. Empieza por escusar a su marido, después, con voz entrecortada anuncia que ha sido perseguida desde su casa a la oficina por un rinoceronte y que éste se encuentra debajo de la escalera. En efecto, en esos momentos se oyen unos bramidos, unos golpes sordos y al instante la escalera se hunde.

Todos los que estaban allí miran hacia abajo y observando al rinoceronte constatan que tiene dos cuernos, la discusión amenaza con volver a empezar, Botard no se da por vencido y denuncia esto como « une machination infâme », cuando bruscamente, la Sr. Bouef reconoce en el monstruo a su marido que la llama dulcemente y se desmaya.

Daisy, que parece ser la única que tiene dominio de la situación reflexiona como poder salir de esta situación. Va a la habitación de al lado para llamar a los bomberos pero la Sr. Boeuf ya a vuelto en sí y salta al vacío, cayendo sobre la espalda del animal, al instante los dos se alejan rápidamente. Estamos en plena fantasmagoria.

Al momento llegan los bomberos y les ayudan a bajar, Berenger, que ha permanecido muy tranquilo baja el último prometiéndose ir a ver al mediodía a su amigo Jean para hacer las paces.

Jean está acostado en la cama, tose, lleva un pijama verde, está despeinado y parece de muy mal humor. Entra Berenger y se disculpa por el arrebato del día anterior, pero Jean no oye nada y responde con unos curiosos gruñidos a la cariñosa inquietud de su amigo.

En adelante, el cambio se va a realizar, y casi bajo nuestros ojos, Jean se convierte en rinoceronte : su respiración es ruidosa, su piel se endurece, le sale la joroba y un cuerno.

En su vocabulario aparecen unos términos inquietantes : « Je dois chercher ma nourriture », « Je n'ai confiance que dans les vétérinaires ».

Él mismo se llama misantrópico, se abalanza derecho, él destruiría de buena gana a los hombres. Así pues, físicamente, intelectualmente y moralmente, Jean se ha convertido progresivamente en un rinoceronte y se precipita con la cabeza bajada hacia Berenger diciéndole : « Je te piétinerai », Berenger, atemorizado, con la americana agujereada, trata de escaparse para alertar a los vecinos y al portero pero estos también se han convertido en rinocerontes. Aparecen por todas partes, bajan por las calles en manada.

El acto se termina de una forma trágica : « comment faire ? »

Berenger está en su habitación, estirado en su diván y con la cabeza vendada. Se oyen unos rinocerontes en la calle. Berenger sueña y se agita. Se despierta y constata con alivio que no tiene fiebre, su tós también le inquieta pero se calma poco a poco y se exhorta a tener fe.

En ese momento entra su compañero de la oficina, Dudard, que trae noticias. Él no comprende las inquietudes de Berenger, quien tiene miedo al contagio.

Berenger se plantea nuevas preguntas : ¿está inmunizado ?, ¿se pueden proteger ?, aunque no quieran contagiar, ¿cogerán este mal igual ?. Dudard afirma que los rinocerontes no son malos y Berenger le dice : « Rien qu'à les voir... cela me serre le coeur ».

Por primera vez se siente solidario ante todo lo que llega y no puede permanecer indiferente. No quiere aceptar la situación y medita en alertar a las autoridades y tratar el tema para « couper le mal à sa racine ». a continuación, Dudard le informa que su jefe, el Sr. Papillon, también se ha convertido en rinoceronte.

Berenger está escandalizado : « Il avait le devoir de ne pas succomber ». Dudard le dice que no tiene conocimiento, es intolerante y habla como Botard, el maestro. Es necesario adoptar una actitud de comprensión, de neutralidad, una actitud digna de un intelectual, como el lógico.

En ese mismo instante se ve que el sombrero del lógico está empalado sobre el cuerno de un rinoceronte. Berenger muestra el puño por la ventana y exclama : « Non, je ne vous suivrai pas ».

Entra entonces Daisy, con un cesto bajo el brazo, Ella tampoco comprende la agitación de Berenger. Daisy ha llevado algo para comer y no era fácil encontrar provisiones : « Ils dévorent tout ». Se invita a Dudard a quedarse, pero irresistiblemente atraído por las manadas de rinocerontes que se abalanzan por la calle y dando el pretexto que : « son devoir est de suivre ses chefs et sus camarades », se precipita hacia la puerta. Un rinoceronte más, un hombre menos.

Daisy y Berenger se quedan solos. Berenger la estrecha en sus brazos ¿es la hora del amor ?. No, el teléfono suena y lo único que se oyen son bramidos, Berenger se acerca hacia su puesto de radio para tener noticias. Todos son rinocerontes ; sólo quedan ellos.

Daisy propone a Berenger que sea razonable con ellos. Cuando Berenger le habla de salvar el mundo, ella le responde que está loco, y cuando le habla de amor, ella le responde que esta debilidad no se puede comparar con la energía de los rinocerontes. Se ha terminado, él la abofetea, ella le perdona el ataque de ira, la llamada de los monstruos es como la de las sirenas. Ella se va dulcemente.

La última escena es un monólogo de Berenger delante del espejo : « que faire ? ».

Empieza por tomar una decisión : A mí no se me tendrá, pero se echa hacia atrás y piensa : « ¿ y si llegara a convencerlos ?, « ¿ y si son ellos los que tienen razón ? ». Él habló como Daisy : son ellos los que tienen razón y desea ser como ellos, tener uno o dos cuernos, la piel rugosa y dar bramidos. Berenger se encuentra solo pero llega a la conclusión de que debe defenderse contra toda la humanidad, pués , él es el último hombre qu finalmente lanza un grito desesperado: " ¡No capitularé jamás!"

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