"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

viernes, 21 de agosto de 2009

"CHAC MOOL" DE CARLOS FUENTES

. La estructura del cuento: la crónica como escritura mestiza

La obra de Fuentes cuenta un mundo nuevo. Ni indígena ni europeo: mestizo. El mestizaje funciona como eje en el que confluyen sangres diferentes, y él asume todas las sangres que constituyen la propia como un mestizaje auténtico.
El cuento relata la historia de Filiberto, un simple empleado público que colecciona ciertas formas del arte indígena mexicano y que adquiere una estatuilla del Chac Mool (deidad maya emparentada con el agua y con el rayo). La lleva provisoriamente al sótano de su casa. Éste se inunda misteriosamente. Poco a poco, el Chac Mool cobra vida, y lo domina totalmente. Filiberto huye y muere en Acapulco. Un amigo suyo va a buscar el cadáver. En el camino de regreso encuentra un cuaderno de notas que corresponden a los últimos meses de vida del protagonista.
Fuentes elige contar la historia de su personaje desde la crónica, a través de la lectura del diario íntimo que realiza un amigo suyo, teniendo como objetivo no la verdad de éste, sino su propia estrategia narrativa. "El género es la expresión total y no sólo un aspecto más."(Rotker, 1992: 202).
El artificio del diario íntimo permite que el lector se interne en la historia como un personaje más.
Las crónicas de la Conquista eran una visión de América desde ojos europeos: el mundo habitado, nombrado, creado por sus habitantes naturales, era recreado por la mirada foránea del colonizador, quien a medida que lo nombraba con un nuevo lenguaje, a medida que lo reconstruía, se apropiaba de él.
El indígena: horrorizado ante la novedad del colonizador. El pasado: enfrentado con el futuro.
En el cuento de Fuentes el asombro se da de manera inversa: el hombre moderno se sorprende, se horroriza del dios maya: "Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era distinta: yo dominaría al Chac Mool, como se domina a un juguete..."(Ch. M., 36)
El presente se enfrenta al pasado que vuelve con más fuerza para apoderarse de la modernidad. Chac Mool es un acto de solidaridad histórica, porque tiene como sustento la supervivencia del mundo antiguo mexicano, porque participa de la multiplicidad de la práctica cultural. El pasado indígena no respeta al presente blanco, así como hace quinientos años éste tampoco respetó a aquél. En la sociedad de Filiberto conviven vivos y muertos, mezclados, invertidos. En México, el pasado sigue pesando sobre los hombres del presente modernizado. Allí está la estatua de Cuautémoc, a diferencia de Santiago de Chile, donde se erige la de Valdivia, o de Lima, donde se emplaza la de Pizarro. De una u otra manera, en el México que nos ha legado Carlos Fuentes a través de su obra, se le ha dado el triunfo a los vencidos, porque es un país donde a los héroes sólo se los concibe muertos: "Hay que matar a los hombres para creer en ellos". (Ch. M., 31)
La roca se hace carne, la carne, cenizas. El pasado enterrado sale a la luz, y en poco tiempo, adopta las comodidades modernas. "Ha tomado mi ropa, y se pone las batas cuando empieza a brotarle el musgo verde".(Ch. M., 36)
El presente se hunde, pues el sótano será desde su muerte, el lugar de Filiberto.
La crónica no es un producto ni literario ni periodístico, pero sí ambos a la vez, es un producto mestizo, al igual que la realidad mexicana. Aunque el relato sea ficticio, se lo cuenta como real; existe un pacto de lectura: basta que el relato sea verosímil, que sea lógico con respecto a la imaginación establecida por el propio texto.
La escritura como diario se concentra en detalles menores de la vida cotidiana. Vamos siguiendo en el desarrollo de la historia la vida del personaje. De esta manera nos enteramos de sus sueños incumplidos, de sus aspiraciones, de las vacaciones en Acapulco, de la vieja casa paterna, "lúgubre en su arquitectura porfiriana"(Ch. M., 33). Pero a diferencia del relato periodístico, la subjetividad tiene aquí derecho a irrumpir. Es por eso que la crónica amenaza la claridad, tanto de las fronteras literarias como de las periodísticas. En el diario de Filiberto, la realidad, las imágenes, los acontecimientos, son construcciones mentales que sólo existen dentro del espacio textual.
Parece que el Chac Mool no ha perdido sus poderes, pese a la civilización moderna. Cuenta una anécdota, que en 1952, siendo trasladado a una exposición en Europa, causó tormentas en alta mar y lluvias por todo el continente, incluso en lugares donde no llovía desde hacía cincuenta años. (Cfr. Harss, 1968: 349).
Esta historia nos hace pensar que el pueblo mexicano está construido sobre rocas vivas, sobre dioses sin tiempo, sobre pirámides de huesos y sangre sin coagular, sobre corazones que laten aún al compás de los tambores. México es para Fuentes una tierra de dioses imperecederos, que se prolongan en el cristianismo.
Carlos Fuentes es un cronista de la soledad, de la nostalgia por el pasado, que se mantiene viva debido a la derrota, del país precolombino que reaparece incesantemente en su imaginación, del México del eterno retorno. Filiberto se pierde dentro de esa sociedad que no es la que él imaginaba, la que pretendían sus sueños de juventud. La soledad del presente, la falta de realización, la imposibilidad de alcanzar un futuro mejor, de abrirse un espacio hacia la verdadera existencia lo angustian, lo devastan: "Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado".(Ch. M., 30-31)
En esta sociedad de gente desplazada, en esta época de tensiones desestabilizadoras, Fuentes crea en la crónica un espacio de lucha, un espacio dialéctico no resuelto ni estático, que concuerda con la época. Un espacio donde la imaginación se asienta en la realidad donde gravitan la historia (identidad) y el presente (modernidad), donde se encuentran todas las perspectivas convertidas en una sola, autónoma y contradictoria a la vez.


Mito y tradición

La pregunta por la tradición, cuando se trata de buscar la identidad de Latinoamérica, es constante.
Dice Devés Valdés que durante los años 50 y 60, el tópico más frecuente en la literatura latinoamericana fue la conciencia: "hacer conciencia, ser conciente, tener conciencia y descubrir los contenidos y la evolución de la conciencia"(Devés Valdés, 2003: 69). Convergen en dicha reflexión varias perspectivas, y si bien todas son diferentes, también todas buscan el autoconocimiento, buscan reivindicar la identidad del continente.
Tal vez Filiberto también buscaba, en su afán de coleccionista, el hogar prometido por Huitzilopochtli, aún dentro de la ciudad asfixiante, lacerante, bulliciosa y agonizante que ya no ostenta el esplendor urbanístico del imperio. México obedece ahora a la planificación económica, no a monumentos ni a simbologías.

En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas –también como barricada de una invasión, la fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos, cambiados, amnésicos, retocados de luz de neón, prósperos. Con el Café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. (Ch. M., 30)

En este cuento, Fuentes licua la cosmovisión indígena adhiriéndola al mundo moderno, recordándole a éste de dónde viene y hacia dónde se dirige. Una sociedad difícilmente pueda prescindir de la memoria, y Fuentes lo sabe: asimila la historia al relato, a los hechos que deben ser recordados. “La memoria salva, escoge, filtra, pero no mata. La memoria y el deseo saben que no hay presente vivo con pasado muerto, ni habrá futuro sin ambos.” (Fuentes, 2000: 27) Esta frase retumba constantemente en el cuento, y recuerda a Eliot, quien en su ensayo La tradición y el talento individual nos dice que ningún escritor puede adquirir su sentido completo por sí mismo, sino que “su significado, su apreciación es la apreciación de su relación con los poetas y artistas muertos”.[Esto significa que ninguna creación literaria puede prosperar, puede mantenerse viva si no tiene una tradición en la cual implantarse. Tradición implica sentido histórico. Esto es: tener consciencia del pasado, reconocer su presencia, sentir que] “el conjunto de la literatura de Europa, desde Homero, y dentro de ella el conjunto de la literatura de su propio país, tiene una distancia simultánea y constituye un orden simultáneo.” (Eliot, 1944: 13)
El mito del cuento es latino. La transformación de la piedra en carne nos remite al mito de Pigmalión, narrando por Ovidio en sus Metamorfosis , mito que ha sido interpretado y utilizado de muy diferentes maneras a lo largo y a lo ancho de la literatura universal. En la obra de Fuentes, la metamorfosis no se consuma por amor, sino por el sentido histórico del personaje. Él hizo foco en la humanización, en el despertar de la estatua en un México diferente, moderno, al cual no tarda en adecuarse: "Chac Mool vigila cada paso mío; ha hecho que telefonee a una fonda para que traigan diariamente arroz con pollo" (Ch. M., 37). Fuentes no olvida: retoma el pasado europeo, lo interpreta, lo repasa, y lo transplanta a la realidad mexicana. Él asume todas las sangres, que constituyen la propia como un mestizaje auténtico. Es el mismo Fuentes quien define la literatura como "un acontecimiento continuo en el que el presente y el pasado son constantemente modificados mediante interferencias mutuas. Ninguna obra literaria se encuentra determinada histórica e ideológicamente para siempre."(Fuentes, 1993: 28).
El cuento del Chac Mool es una forma de reconocimiento, una forma de aceptar la doble negación del pasado que nos constituye en latinoamericanos. La construcción del presente sobre el pasado es parte del mito integrador. El dios maya encierra en su figura la doble negación, la otredad, sintetiza los rostros europeos e indígenas, la creación inacabada de América Latina.

4. La religión: "Hay que matar a los hombres para creer en ellos" (Ch. M., 31)
En la introducción a su libro Los días enmascarados citada anteriormente, Fuentes define la Conquista como catastrófica, criminal y sangrienta, pero no estéril, porque de ese hecho cruel nacimos los latinoamericanos.
El colonizador impuso su poder a fuerza de cruz y espada. América Latina fue creada en la cultura del catolicismo, un catolicismo sincrético "incomprensible sin sus máscaras indias"(Fuentes, 2000: 16) dice Fuentes, y yo agregaría también de máscaras negras, árabes, judías...
En el cuento, la teoría de la religión se nos comunica por medio de un amigo de Filiberto, Pepe, quien gusta de teorizar:

Que si no fuera mexicano, no adoraría a Cristo, y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adores a un dios, muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida? (Ch. M., 30).

Esta declaración permite un acercamiento por caminos diferentes: religiosos, políticos, literarios, que tal vez sean puntos de partida para futuros trabajos. Aquí sólo pretendemos rescatar la visión integradora que realiza Fuentes sobre la sociedad latinoamericana. El catolicismo se impone en el nuevo continente tanto por parte paterna como materna. Los viejos dioses son rápidamente reemplazados por el dios cristiano, quien no sólo no exige que nos sacrifiquemos por él, sino que es él mismo quien se ofrece en sacrificio.
Fuentes crea y recrea los mitos cristianos y aztecas, y a través de su creación busca comunicar su visión múltiple y compleja del México actual. Abre un juicio interminable sobre la sociedad moderna mediante la evocación del pasado, de las reminiscencias prehispánicas indígenas eternamente presentes en su obra. "Nunca podremos ocultar nuestros rostros indígenas, mestizos, europeos: son todos nuestros"(Fuentes, 2000: 25).

5. Somos otros, nuevos por definición.
El cuento del Chac Mool constituye un mosaico sincrético donde coinciden el pasado y el presente, indicando ambos la dirección que deberá tener el futuro.
Con su obra, Carlos Fuentes cubre los intersticios de la historia, llena con su imaginación los huecos, crea un lenguaje nuevo que termina con el silencio del ayer que se licua en el presente del México moderno. Puede, con la ficción, lo que no pudo hacer la realidad latinoamericana: sacar al prisionero de la piedra. Y aquí coincidimos con lo expresado por Cardoza y Aragón en su obra Guatemala: las líneas de su mano, donde el autor apuesta por el mestizaje y su consciencia: "...en el mestizo consciente se conjugan las dos sangres, se abrazan sosegadas, se alientan por igual las dos savias, pues ya no vemos únicamente el horizonte indígena o el horizonte mediterráneo". (Cardoza y Aragón, 1955: 188,189)
Eso es el Chac Mool: una metáfora doble que encarna y niega a la vez la multiplicidad de la cultura latinoamericana, vida y muerte, carne y piedra.
Carlos Fuentes nos hace volver una y otra vez sobre nuestra realidad, sobre nuestra identidad. En su obra vive la cultura americana y la europea, los elementos indígenas y los españoles, porque está seguro de nuestras dos fuentes. Ante las preguntas planteadas al principio de este trabajo, acerca de quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes queremos llegar a ser, él responde: "Necesitamos al otro. Nadie puede ver una realidad completa por sí solo. Necesitamos al otro para completarnos a nosotros mismos".(Fuentes, 2000: 25) La noción de identidad no desaparece totalmente, pero se construye a partir de la de diferencia. Cada espacio textual, cada calle, cada casa o café, en la ciudad de México, es un punto de encuentro de diversidades, pero de diversidades en presencia.
Por lo tanto, nuestra tarea es la integración. No somos ni indígenas ni europeos, no pertenecemos exclusivamente ni a una ni a otra cultura. Somos un continente nuevo: mestizo. El mestizaje es algo que todavía no ha logrado asentarse, que no ha alcanzado la autenticidad, es mezcla sin identidad. Debemos ser conscientes de esta mezcla, sólo así seremos auténticos, sólo así daremos fin a esta angustia que nos escinde y nos desgarra. A partir de esta conciencia de la integración, debemos salir del discurso de la identidad para entrar en la diversidad. Debemos descubrir lo que todavía no somos. Estamos en una encrucijada. "El mundo no está terminado, el mundo se está haciendo, nosotros estamos haciéndonos constantemente, pero portando nuestro pasado..." (Fuentes, 2000: 25).

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