"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

miércoles, 2 de febrero de 2011

CARTA A UNA MADRE. POR CARLOS LANDI


Durante toda mi infancia , mientras mis compañeros se atiborraban de programas televisivos, llenabas mi vida de fábulas, de poesías, de historias extraordinarias.

Amabas la lectura y querías transmitirme esa pasión o también puede que estuvieras convencida de que alimentarse de cosas bellas era un antídoto para el horror.

Hasta donde me alcanza la memoria de nuestra vida en común , entre vos y yo ha habido siempre un libro: Ese era el camino por el sabías conducir tus relaciones, era tu mundo, el mundo que te habías fabricado y en el que habías crecido.

Con los libros se comprende mejor la vida, es como vivir muchas vidas en una, decías con frecuencia, a través de la lectura se pueden comprender mejor las emociones.

¿Era contra eso lo que me rebelaba? ¿Contra tu pretensión de comprender las cosas?
¿O contra el hecho de que, a pesar de la gran cantidad de personajes inmortales que caminaban cotidianamente con familiaridad por el territorio de mis sueños, en lugar de volverme juicioso, era cada vez más inquieto? ¿Porqué en lugar de sentir la profundidad de las emociones era la falsedad de los personajes lo que percibía?

Era como si en el transcurso de los años, los cimientos de nuestra relación los hubieran construído manos poco expertas, al principio parecía sólido, pero más tarde cuando comencé a crecer y a tener problemas serios , empezaron a tener sus fallas , bastaba un poco de viento para hacerlos oscilar.

A lo largo de los años se habían incorporado a mi tantos personajes: Aladino, La Sirenita, El Patito Feo, La Bruja de Hansel y Gretel, El Principito, He man, Esqueletor. Estaban todos en la mesa compartiendo nuestra vida, escuchando nuestros sufrimientos y también las alegrías.

Sentados allí entre vos y yo, mientras papá arreglaba esos viejos televisores, esos personajes y sus rostros, unos sentados, otros de pie, se interponían entre los nuestros, sus cuerpos proyectaban sombras sobre nuestra historia y yo quería luz, por eso te decía que vos vivías en una fantasía.

Quería sentir la luz de la realidad, la luz de la sinceridad, la luz de este mundo imprevisible.

Y la conocí...

Ahora, añoro esos cuentos, esas fantasías, esos ridículos personajes... ¡Vení mami! antes de que se haga tarde, sentate al lado mío, quiero escuchar de nuevo esas historias, quiero sumegirme en ese mundo de personajes ridículos de los libros de cuentos, ¡Dale vení!

La realidad es muy dura, dale, no me dejes solo...

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