"LA FELICIDAD ABSOLUTA NO EXISTE, Y UNO ESCRIBE JUSTAMENTE POR ESO"

jueves, 29 de noviembre de 2012

APOLO Y DAFNE


Un día, cuando Apolo, el dios de la luz y de la verdad, era aún joven, encontró a Cupido, el dios del amor,
jugando con una de sus flechas.

¿Qué estás haciendo con mi flecha?- preguntó Apolo con ira-. Maté una gran serpiente con ella. ¡No trates de robarme la gloria, Cupido! ¡Ve a jugar con tu arquito y con tus flechas!
Tus flechas podrán matar serpientes, Apolo –dijo el dios del amor-, ¡pero las mías pueden hacer más daño! ¡Incluso tú puedes caer herido por ellas!

Tan pronto hubo lanzado su siniestra amenaza, Cupido voló a través de los cielos hasta llegar a lo alto de
una elevada montaña. Una vez allí, sacó de su carcaja dos flechas. Una cuyo efecto en aquel que fuera tocado por ella sería el de huir de quien le profesara amor. Con la segunda, quien fuera herido por ella se enamoraría instantáneamente de la primera persona que viera.

Cupido tenía destinada su primera flecha a Dafne, una bella niña que cazaba en lo profundo del bosque.
Cupido templó la cuerda de su arco y apuntó con la flecha a Dafne. Una vez en el aire, la flecha se hizo invisible, así que cuando atravesó el corazón de la niña, ésta sólo sintió un dolor agudo, pero no supo la causa.

Con las manos cubriéndose la herida, corrió en busca de su padre, el dios del río.
¡Padre! – exclamó-: ¡Debes hacerme una promesa!
¿De qué se trata? –preguntó el dios.
¡Prométeme que nunca tendré que casarme! –gritó Dafne.
¡Pero yo quiero tener nietos!
¡No, padre! ¡No quiero casarme nunca! ¡Déjame ser siempre libre! –gritó Dafne, y comenzó a golpear el agua con los puños.
¡Muy bien! –profirió el dios del río-. ¡No te aflijas así, hija mía, te prometo que no tendrás que casarte nunca!
¡Y prométeme que me ayudarás a huir de mis perseguidores! –agregó Dafne.
¡Lo haré, te lo prometo!

Después de que Dafne obtuvo esta promesa de su padre, Cupido preparó la segunda flecha, esta vez
destinada a Apolo, quien estaba vagando por los bosques. Y en el momento en que el joven dios se encontró cerca de Dafne, templó la cuerda del arco y disparó hacia el corazón de Apolo.
Al instante, el dios se enamoró de Dafne. Y, aunque la doncella llevaba el cabello salvaje y en desorden, y
vestía sólo toscas pieles de animales, Apolo pensó que era la mujer más bella que jamás había visto.
¡Hola! –le gritó; pero Dafne le lanzó una mirada de espanto y, dando un salto, se internó en el bosque como lo hubiera hecho un ciervo.

Apolo corrió detrás de ellas gritando: - ¡Detente, detente! Pero la niña se alejó con la velocidad del viento.
¡Por favor no corras, detente! ¡Yo no soy tu enemigo! ¿Sabes quién soy? No soy un campesino ni un pastor. ¡Soy un dios, cacé una enorme serpiente con mi flecha!

Dafne seguía corriendo. Apolo ya estaba cansado de pedirle que se detuviera, así que aumentó la velocidad,
hasta que pronto estuvo cerca de ella. Ya sin fuerzas, Dafne podía sentir la respiración de Apolo sobre sus cabellos.
¡Ayúdame, padre! –gritó dirigiéndose al dios del río-. ¡Ayúdame!
No acababa de pronunciar estas palabras cuando sus brazos y piernas comenzaron a tornarse pesados
hasta volverse leñosos. El pelo se le convirtió en hojas y los pies en raíces que empezaron a internarse en la tierra.

Había sido transformada en el árbol del laurel, y nada había quedado de ella, salvo su exquisito encanto. Apolo se abrazó a las ramas del árbol como si fueran los brazos de Dafne y, besando su carne de madera, apretó las manos contra el tronco y lloró.

- Siento que tu corazón late bajo esta corteza –dijo Apolo, mientras las lágrimas rodaban por su rostro-. Y como no podrás ser mi esposa, serás mi árbol sagrado. Usaré tu madera para construir mi arpa y fabricar mis flechas, y con tus ramas haré una guirnalda para mi frente, y siempre serás joven y verde, tú, Dafne, mi primer amor.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

"GOODBYE". POR CARLOS RAFAEL LANDI


Un Seat Ibiza se abre paso por la cuesta de San Vicente escoltado por un pasillo de frondosos árboles  y  el siempre presente sol de Madrid. En el interior un hombre conduce algo nervioso.
Molesto con la música que suena,  la apaga. Frente a él se alza el puente de Segovia imponente sobre el río Manzanares  El hombre detiene el auto, baja  y camina con paso firme sobre la pasarela peatonal. Cuando llega al muro de piedra que rodea  el puente respira profundamente y con determinación trepa el  metro de paredón. Ya no hay vuelta atrás. Mira el río y se deja caer al vacío. El hombre desaparece de la superficie. Una hora después la policía  rescata su cadáver del agua. Una vez apoyado su cuerpo sobre el suelo del Paseo de la Virgen, uno de los agentes saca la cartera de su bolsillo un documento. Su nombre Tony . En el interior sobre el asiento del acompañante hay un sobre y en él un manuscrito  que dice : “Goodbye”

ESA MUJER


“ La edad no la marchita,
Ni el hábito enmohece su variedad sin fin.
Otras mujeres hartan apetitos que nutren,
Pero  ella da más hambre donde más satisface.
Pues las cosas más viles sientan tan bien en ella,
Que hasta los sacerdotes la bendicen si está desenfrenada.”
                          William Shakespeare, Antonio y Cleopatra



El libro era muy bueno y el proyecto para editarlo era una interesante opción, pero no podía separar la mirada de sus piernas. Se llamaba Virtudes y tenía una belleza que no se puede describir, pero podría señalar el grosor perfecto de sus labios, la mirada salvaje de sus ojos, contenidos en el femenino vigor de su rostro. Una mujer en la que se podía confiar. Elegante y sensual. No abusaba de los dones que la habían dotado. Era la tercera vez que la veía por el asunto de la publicación del libro. No podía descifrar qué misterios de su personalidad alteraban mi sistema nervioso en cada ocasión que la tenía adelante.

 Para terminar con la fascinación que me causaba su presencia decidí rechazar el proyecto cuya lectura me resultaba muy inquietante, para no volver a encontrarme otra vez con su presencia. Le escribí un mail por cierto muy cortés y afectuoso en el cual le dije que aún a pesar de lo excelente de su obra teníamos cubierta toda la programación de publicaciones hasta el año siguiente, y no podíamos aceptar nuevos proyectos. Después de escribir el correo me sentí aliviado, pero experimenté una sensación de angustia al pensar que había desechado la posibilidad cierta de una relación con una mujer por demás atractiva.Algunos años antes hubiera aceptado correr los riesgos emocionales que esa mujer y su libro significaban.

Al otro día recibí la contestación de ella agradeciendo mi atención y asegurándome que pronto nos encontraríamos para ultimar detalles y tener todo previsto para el año siguiente.

Mi primera impresión fue de desconcierto. Empecé a dudar de lo que había escrito en el mensaje pero fui rápidamente a enviados y comprobé efectivamente que lo que le había escrito era casi un rechazo, como cuando vamos a solicitar un empleo y luego de tomarnos los datos nos dicen que después nos llamarán. La verdad es que me quedé intrigado e inquieto, pero decidí dejar todo como estaba.


Después sin que ella diera señales de vida durante el resto del invierno y la primavera, se presentó en mi oficina en los primeros días de enero justo cuando me iba a tomar vacaciones. En la estadía en las sierras de Córdoba seguí pensando en ella y me di cuenta que mi carácter se iba deteriorando paulatinamente como una fruta que madura que se descompone bajo el sol ardiente de un mediodía de verano.


Me costaba dormir y me despertaba varias veces durante la noche, y a eso de las cinco ya no volvía a dormir, el resultado era un estado de agotamiento y perturbación durante todo el día. En los momentos que estaba en vela recordaba sus piernas cruzándose y entrecruzándose del otro lado del escritorio, mientras me mostraba cada capítulo de su libro que rechacé sin motivos valederos, como dejando pasar el tren que solo pasa una vez en la vida. En Marzo cambié de oficina y de horarios como una forma de olvidarme de ella, pero pronto me di cuenta que el olvido solo se produce en aquellos que no tienen que olvidar.


Mientras tanto su imagen iba metamorfoseándose misteriosamente en el interior de mi mente, hasta que un día sus piernas dejaron de ser sus piernas, su cuerpo esbelto dejó de ser su cuerpo y se convirtió en un libro.


Todo comenzó una tarde cuando imaginé que su pierna izquierda aparecía como una ilustración en el apéndice del libro que yo había rechazado. Durante un tiempo hojeaba las páginas en busca de otro indicio que mostrara más partes de ese cuerpo tan ansiado.


Pero, una mañana me di cuenta al buscar en las últimas páginas, otro indicio que me indicaba la presencia de la mujer, su rostro hermoso dotado de una larga cabellera rubia al viento fulguraba a todo color.


En Junio volé a París tratando de borrarla de mi existencia.


 Una mañana de finales de la primavera parisina en las que se puede salir a disfrutar sin abrigo, me perdí por las calles del barrio latino y sin darme cuenta salí a la plaza de la Concorde. Me interné por Champs Elysees y buscando el cd Soleil Blue de Sylvie Vartan entré en Virgin Megastore, la mayor tienda de novedades editoriales de la ciudad.


 Recuerdo que levanté la vista hacia la mesa de novedades de libros en francés buscando el rótulo del libro de Millás "Lo que se de los hombrecillos", cuando vi ante mi materializada su figura en la tapa del libro "La pasión según Rita ". De golpe me olvidé de todo lo que estaba buscando y lo compré inmediatamente sin pensar, víctima de un impulso irrefrenable que yo siempre había criticado en los consumistas compulsivos.



He leído y releído todas sus páginas pero no he podido encontrar el misterio que encierra para mí esa mujer. 
Si supiera qué mi soledad me hace ver alucinaciones; cómo cuando pienso en el amor y lo imagino como un bello desnudo de mujer rubia, de boca tentadora y ojos fascinantes, llena de lujuria al retirar su rubia cabellera cuando pronuncia su nombre, y me sonríe, y me mira con la profundidad de las estrellas con sus dos ojos empañados de amor, y luego vuelve y besa el rincón más solitario de mi cuerpo, y con todas las fuerzas de la voluntad recorro su piel y sus cabellos de oro sin que nadie me empuje de entre la multitud de otros lectores que la admiran, como si fuera libre de estar entre sus brazos, de acariciar su espalda, de volver la mirada hacia sus ojos y de hundirme sin resistencia entre sus piernas, mientras me escapo por sus ingles en dirección a la nada y ella sonríe y ya no me mira, pero dice mi nombre con una dulzura irrepetible en otra boca, y soy libre de comenzar otra vez el éxtasis con la promesa entera de su cuerpo desnudo acurrucado en mi cuerpo, y su dulce voz susurrándome canciones al oído. 



Han pasado casi tres años. esa mujer ha sido mi última experiencia intensa. Estoy padeciendo la soledad y el dolor de aquel recuerdo de ese viernes por la mañana cuando apareció con su proyecto de libro abajo del brazo. Ahora no sé qué cenar, qué poner en la tele, ni qué hacer con mi vida. Vivo encerrado en el interior de mi cabeza pensando en ella con una obsesión que no puedo comprender todavía. A veces pienso y reniego de ese día en que apareció en mi oficina. No sé si es  locura, obsesión o su belleza, ese ancestral atractivo, tan enigmático como los diez Mandamientos que nos hacen  dudar acerca de su procedencia exacta y al mismo tiempo considerarlos sagrados. Pretendo continuar con mi locura pensando continuamente en Virtudes.